Por Manuel Mozo y Ana Serrano, 2021.
Ana Serrano
No exagero si digo que ha sido un verdadero disfrute para los sentidos trabajar en esta colección, rozando en no pocas ocasiones el síndrome de Stendhal. La primera toma de contacto fue un continuo shock. Descubrimiento tras descubrimiento se fue desgranado el contenido de una colección absolutamente excepcional que superaba todas las expectativas de lo que ya intuíamos iba a ser una gran colección medieval.
La “Isabel de Trastámara Medieval” es una colección que constata, como fuente documental, los hechos que jalonan este segmento fundamental de la Historia de España a través de sus monedas. Su integridad así lo testimonia abarcando todas las acuñaciones de los emisores de estos siglos con todas las tipologías y variantes conocidas, y muchas desconocidas. Tras las primeras revisiones, la complejidad de las rarezas nos hizo recalibrar el mismísimo sistema de catalogación. La actualización sería constante. Tanto es así que nos ha obligado a reestructurar (y lo seguirá haciendo) la nomenclatura del catálogo empleado para su identificación y descripción: Imperatrix.
La colección cubre todo el arco cronológico de la numismática de la Edad Media de los reinos cristianos peninsulares (aunque en este primer volumen nos detenemos en Alfonso X), pero no hablaremos de la grandeza de esta colección en términos cuantitativos sino cualitativos.
Entre la abundancia de piezas únicas y magníficas rarezas en sorprendentes estados de conservación, añadimos el indudable valor del “pedigree” de muchas de ellas, procedentes de reconocidas colecciones de la Historia del Coleccionismo español. Así mismo muchas de estas monedas, por ser únicas, son “mismo ejemplar” de reconocidas obras científicas y catálogos.
Pero más allá del valor histórico y numismático de esta colección destacamos el valor artístico a lo largo de un extraordinario desarrollo estilístico que confiere esa personalidad tan particular a las acuñaciones de los reinos medievales de Castilla y León. La variedad iconográfica, el desarrollo del retrato áulico, y la simbología político-religiosa, componen un mosaico absoluto de la Historia del Arte Numismático Medieval.
En este primer volumen, ojeando el contenido de la subasta, podemos detener nuestra mirada en señalados hitos: la Urraca entronizada; el morabetino de Alfonso IX o su rarísimo dinero con jinete y leyenda C-A-S; la excepcional meaja de Fernando II con el busto del apóstol Santiago y tantísimas otras que iréis descubriendo entre las páginas de este catálogo.
Todos estos aspectos en conjunto nos ofrecen un compendio material y documental de los procesos políticos, culturales, ideológicos, religiosos, estéticos y económicos a través de una sola colección, que promete ser, como otras ya lo fueron anteriormente, una colección con nombre propio que pasará a la Historia del Coleccionismo Numismático por méritos propios.
Manuel Mozo Monroy
A nadie se le escapa que desde 2008, la humanidad está viviendo en una crisis continua, que comenzó siendo económica, y que tuvo su continuación desde 2019 en forma de virus expansivo de efecto mundial. En el occidente, nunca se reconoció ninguna faceta positiva a estos episodios de dificultades monetarias o sanitarias. Sin embargo, en las filosofías orientales sí que se reconocieron en estos periodos dañinos cierto germen positivo con algunos brotes de crecimiento.
Tanto es así que la palabra china 危机 (Wei Ji) -que significa “Crisis”-, está formada por dos ideogramas: “wei” que se interpreta como “peligro, riesgo o amenaza”; y “ji” que puede traducirse como “oportunidad, suerte, o secreto”. Es decir, en realidad, toda crisis tiene su parte de oportunidad.
Y este componente de “buen momento para”, es el que ha permitido a la comunidad numismática poder ver, tocar, disfrutar e incluso adquirir en periodos relativamente cortos de tiempos, monedas de una rareza y belleza inusitada que, con anterioridad tan sólo se podían contemplar, manipular o analizar cada cierto tiempo.
Así, y sin ánimo de entrar en la confección de una lista detallada de las subastas hispánicas monetarias más excepcionales que en los últimos años hemos tenido la “oportunidad” de ver y participar, cualquiera podría recordar las ya casi míticas “Caballero de las Yndias”, “Berceo”, “Guiomar”, “Muntaner”, “Crusafont” o “Ramón Llull”; o las no menos legendaria de Hungtington procedente de la American Numismatics Society desarrollada por Jesús Vico, o la de Subastas Cayón sobre monedas medievales castellanas procedentes de la colección Hernández-Canut; así como un gran elenco de piezas dispersas que han ido apareciendo en diferentes empresas de subastas -Tauler y Fau, Ibercoin, Soler y Llach, o las ya desaparecidas o fusionadas Numismática Herrero, Martí Hervera o Tarkis-, procedentes muchas de ellas de colecciones de reconocido prestigio como la Vidal-Quadras, la Antonio Orol, María Etxeverría, y un largo etcétera.
Sin embargo, y pese a todas estas subastas anteriores, aún nos quedaba por poder disfrutar de -en nuestra opinión- la más excepcional de todas las posibles: la que el próximo día 17 de noviembre de 2021, subastará la empresa Áureo&Calicó bajo la denominación genérica de “Isabel de Trastámara”.
Esta subasta, apenas cuenta con 450 lotes, pero la rareza y belleza de las piezas que la configuran es de tal nivel -en cuanto a moneda medieval cristiana castellano-leonesa-, que jamás se ha podido ver nada igual -y muy probablemente, jamás podrá verse-. En cierta manera esta agrupación de piezas se nutre de muchísimas de las eminentes colecciones ya citadas -con indudable “pedigree”-, dotando al conjunto de una categoría, vistosidad, hermosura, delicadeza de formas y cuños, que jamás se ha podido compilar.
Y todo ello referido tan sólo al primer volumen a ser subastado. Imaginémonos la riqueza de “Isabel de Trastámara”, si afirmamos -con conocimiento de causa- que esta es tan sólo la punta del iceberg, respecto a sus dimensiones, cantidades, calidades, bellezas, y rarezas de lo que realmente aún no conocemos de esta literalmente impresionante colección. Tal es su majestuosidad y grandeza, que no exageramos un ápice si afirmásemos que es -y será- la primera y única vez en la historia en la que podremos -como dijo el ilustre Miguel de Cervantes- “ser presentes nuestra persona a los hechos”.
En esta primera subasta -ya habrá tiempo de desvelar las virtudes de las próximas que bajo el mismo nombre tendrán lugar en el futuro-, aparecen al menos 20 o 25 piezas de las que simplemente no se tenía conocimiento previo de su existencia -a excepción del catálogo Imperatrix de reciente creación (Véase en https://wearenumismatics.com/imperatrix/), compendiado precisamente dando pórtico y desarrollo descriptivo, metodológico y científico a tanta moneda única y rara-, de diferentes reyes cristianos que labraron entre 1085 (Alfonso VI) hasta Alfonso X (1284).
Se inicia con una muestra sorprendente y nutrida de la mayoría de los dineros “de la Creación” y “del Crismón” de Alfonso VI, a los cuales se añaden otras piezas de similares características totalmente desconocidas hasta la fecha.
Asimismo, se subastarán en total de 12 dineros de la siempre sorprendente y “deseada” reina Urraca (recordemos que la rareza de cualquiera de las tipologías de monedas de esta reina es tal, que la inmensa mayoría de los coleccionistas de “medieval”, se pasan toda su vida deseando tener tan sólo una, y se marchan de este mundo sin haber visto su sueño cumplido).
Hay también un total de 109 piezas -entre dineros y meajas- del rey Alfonso VII, que desde antaño se caracterizó por realizar más de 100 emisiones de tipologías diferentes, pero de las cuales, el número de ejemplares conocidos de cada una de ellas nunca excede en el mejor de los casos de 30 o 40 piezas; siendo la mayoría de tales tipos conocidos de él, a través de ejemplares únicos.
Pero el tema no queda aquí, pues también hay 10 piezas del “desiderabilis Sancivs” (Sancho III, el Deseado), rey que apenas si reinó 1 año y 11 días, y que prácticamente no tuvo ocasión de acuñar nada, pues pasó la más de ese tiempo defendiendo una Castilla que había recibido dividida y que era el mascarón de proa de la recuperación cristiana en el sur peninsular.
Y, al menos para nosotros, lo más sorprendente aún, como es la aparición en escena de 44 piezas -entre dineros y meajas– de Fernando II de León, un soberano que quedó encajado entre las paredes de los reinos castellano y luso, y que pasó injustamente a la historia precisamente por el silencio y el vacío histórico que las crónicas y las fuentes documentales de la época volcaron sobre él -a excepción de la magna obra, inencontrable a día de hoy, que don Julio González le dedicó en exclusiva-. Quizás, movido por este ostracismo histórico y este bloqueo territorial que le tocó vivir, es por lo que su capacidad acuñadora fue también mínima, excepto durante los años de tutoría que le tocó ejercer sobre su sobrino Alfonso VIII entre 1162 y 1166. Es por ello por lo que, a nuestros ojos, es casi más espectacular y difícil de poder ver 44 “fernandos”, que los citados 109 “alfonsos”. Estas piezas fernandinas son verdaderos “monumentos nacionales” -o cuando menos “leoneses”), del numerario patrio.
A colación de esto último comentado no queremos dejar pasar lo extraordinario de poder disponer por primera vez desde 1974 de la que hasta hoy se considera como primera labra del reino portugués: un dinero único estampado por el primer rey luso oficialmente reconocido por San Juan de Letrán -residencia de los Papas de Roma en aquellos años-, don Affonso Henriques. La simple posibilidad de visualizar esta moneda, ya justificaría con creces lo impresionante -y casi milagroso- de la existencia y exhibición conjunta de “Isabel de Trastámara”.
No seríamos justos tampoco si dejásemos pasar las eminentes piezas acuñadas por los reyes Alfonso VIII de Castilla y Alfonso IX de León, entre las cuales habría que destacar los 17 excepcionales morabetinos castellanos de cruz con lema latino ALF amonedados por el primero de ellos; y el soberbio maravedí salmantino del rey leonés [quitar Alfonso IX], soberbia y excepcional pieza que difícilmente puede ser vista de manera directa, salvo acudiendo a alguno de los escasísimos museos que tienen la suerte de poder disponer entre sus fondos de tan sólo de una pieza de esta tipología.
Rematar este trabajo también con alguna palabra para las piezas del rey que hizo de bisagra necesaria para pasar a la cristiandad castellano-leonesa del pleno medievo, a la mayor modernidad del gótico. Destacables son un estupendo dinero prieto vallisoletano -la primera moneda conocida atribuible a esta ceca-, y una totalmente desconocida “doble pugesa” que rompe con la lógica establecida para el sistema monetario implantado en los momentos finales de su soberanía.
Y por último, a todo lo comentado, unimos, la profesionalidad, profundo sentido estético, verdadero amor por la Numismática, y -ya entrando en el campo de lo personal- cariño y cercanía que imbuye a todo el equipo de expertos de la casa de Subastas Áureo&Calicó, se da el cocktail propicio para confeccionar la “subasta perfecta”, en la que hemos tenido el privilegio de participar desde el segundo cero en la humilde labor de expertización, descripción y organización de semejante elenco monetario irrepetible para la posteridad.
Manuel Mozo y Ana Serrano
Tan sólo nos resta por decir una frase, que no por manida, deja de tener aplicación directa en “Isabel de Trastámara”: “No se levanten de sus asientos, que aún hay más”. Gracias.