Cercanos a la culminación de la Edad Media, el reinado de Enrique IV se nos presenta como un gran reto numismático. En sólo 20 años se produce tal cantidad de acuñaciones que su volumen y variedad es extraordinario. Por ese motivo, y dada la magnitud de la Colección Isabel Trastámara de este periodo, la casa Áureo & Calicó ha dividido la subasta en dos ediciones. La estructura por cecas ha sido el criterio organizativo elegido. En este primer volumen empezamos con la ceca de Almería y terminamos con Segovia.
La excepcionalidad de esta colección para esta etapa radica en un curioso oxímoron: tenemos la oportunidad de apreciar en su conjunto casi todas las emisiones de este rey, que a pesar de su caótica producción, presentamos aquí en un orden exhaustivo y completo. Dicho conjunto lo veremos culminado en la siguiente edición con la que se cierra toda la producción monetaria de este periodo de emisiones tan dispares, y en la que se incluirán otras acuñaciones, como las de su hermanastro y pretendiente a la corona Alfonso de Ávila.
Contexto histórico
El reinado de Enrique IV (hermanastro de Isabel la Católica) no fue precisamente fácil. Las injerencias constantes de Juan II de Aragón y sus aspiraciones al trono de Castilla dominaron las relaciones de la política interna de Enrique. El rey buscaba apoyos entre la nobleza y Carlos de Viana (hijo de Juan II de Aragón, enemistado con su padre por la disputa por el trono de Navarra). Enrique aprovechó los conflictos de Juan en Cataluña para hacerse con su control político. Sin embargo, con todos esos aliados y opositores se ganó la hostilidad de Francia llevando al reino a una extenuación política y económica agravada por su ofensiva contra el reino nazarí de Granada.
Para colmo la presión interna aumentó en torno a la sucesión del trono. Los conflictos por su supuesta impotencia acompañaron a los dos matrimonios de Enrique hasta el punto en que la hija que tuvo con Juana de Portugal fue considerada hija del valido Beltrán de la Cueva que gozaba del favor del rey. La “Beltraneja” fue rechazada como heredera del trono por cierto sector de la nobleza que proclamaron rey a Alfonso de Ávila: un niño de 11 años hermano de Enrique por parte de padre, en una controvertida ceremonia conocida como la Farsa de Ávila. El niño reinó hasta el día de su muerte, sólo 3 años después, a consecuencia de la peste que asolaba el reino sin distinciones (o quizás como apuntan algunos, por envenenamiento, destino que también señalan para Enrique). Con su muerte se desató de nuevo el conflicto sucesorio.
Todo apuntó hacia Isabel (como hermana de Alfonso) como heredera legítima ratificando su posición en el Tratado de los Toros de Guisando. A pesar de ello la desconfianza de Enrique conminaba a Isabel a casarse con Alfonso V de Portugal. No contaba el rey con la sombra constante de Juan II de Aragón que perpetró la unión de su hijo Fernando con la heredera del trono de Castilla. De esta manera, el rival que durante 20 años tuvo en jaque a la Corona castellana culminó sus ambiciones por la vía de una alianza matrimonial secreta. Enrique consideró tal enlace como un cumplimiento del Tratado por el que Isabel era proclamada su sucesora. Se produjo una división en dos facciones: los que apoyaban al rey aceptaban de nuevo a la Beltraneja como sucesora, y los que apoyaban a Isabel se basaban en la estabilidad que su matrimonio traería al orden político. Enrique pasó sus últimos años entre la enfermedad y la anarquía, mientras que Isabel y Fernando cosechaban adhesiones.
Fue una historia de perdedores y ganadores, de debilidades y de resistencia, donde los vencedores iban a dirigir los designios del destino de la Corona de Castilla y del mundo conocido, y desconocido.
Contexto numismático
Alfonso VII fue sin duda el rey medieval que más tipologías diferentes emitió. Pero nunca se salió del patrón carolingio, labrando siempre en formato de “dinero” y de su divisor, la “meaja”. Todas estas emisiones jamás causaron desajuste alguno en la economía de su reino porque se ajustaron a un sistema monetario validado en todo el territorio.
Sin embargo Enrique IV superó a Alfonso en dos aspectos: primero en la inmensa cantidad de moneda emitida; y segundo en la diversidad de tipologías acuñadas. De todo ello se derivó el mayor caos monetario de todo el medievo cristiano, que duró prácticamente la mayoría de su reinado -excepto los tres últimos años del mismo-. Enrique batió oro, plata y vellón: las dos primeras, con bastante buenas calidades, finezas y peso; mientras que de vellón hubo mucha disparidad, existiendo piezas con buenas proporciones de plata, pero la mayoría de ellas con aleación mayoritariamente de cobre.
No es de extrañar que se produjese semejante situación monetaria dado que la coyuntura política fue caótica.
Así, en líneas generales, las tipologías que produjo se podrían ordenar en tres periodos:
a) El inicial, desde el fallecimiento de su padre en 1454, hasta 1461: se limitó a intentar reproducir a su nombre algunas de las monedas que realizó Juan II, añadiendo algunos experimentos monetarios. Las crónicas nombran hasta 150 cecas.
b) De 1461 hasta 1471 (vigencia del Ordenamiento de Aranda de 1461 y sus modificaciones de las Cortes de Madrid (1462). En este periodo se produjo la devaluación del maravedí, la mayor inflación y el desorden monetario. El rey intentó poner orden a las emisiones ya existentes, haciendo nuevas acuñaciones, que se mezclaron con las anteriores. El desorden metrológico y las equivalencias entre ellas fue tan complejo que todo derivó en un estrepitoso fracaso, que se agrandó con la guerra civil abierta que mantuvo contra su hermanastro, Alfonso de Ávila.
c) Desde el Ordenamiento de Segovia de 1471, hasta su fallecimiento en 1474, años en los que acotó el permiso de acuñar a sus seis casas oficiales de moneda, dando por inválidas todas las monedas fabricadas por cualquier otra ceca, intentando con ello producir una correlación y proporción metálica y de valor con cierto criterio, que al menos, coincidía en lo básico con las corrientes monetarias europeas. La ceca de Ávila funcionó bajo el control de la Princesa Isabel, concedido por Enrique IV a perpetuidad.
Desde el punto de vista artístico observamos cierta ambigüedad en la actitud del rey frente a las diversas manifestaciones artísticas. Enrique puso un especial interés en la gramática y en el patrocinio arquitectónico de Segovia. En un periodo en el que la corte era itinerante, el rey emprende una serie de obras en la ciudad que no sólo la embellecen sino que la distinguen del resto de villas. Se revela así su predilección por Segovia convirtiéndola en la capital extraoficial del reino.
Sin embargo en otros aspectos las fluctuaciones políticas y económicas desembocaron en un desinterés evidente por parte del rey por las producciones artísticas y las novedades estilísticas. La evolución formal fue derivando poco a poco en rasgos cada vez más cercanos al estilo internacional, proceso que comenzó con la llegada de la Casa Trastámara, y que se consolidó en el Arte Monetario. Así lo empezamos a observar en aquellos grabadores de Juan I y Enrique III en los que la influencia trecentista procedente de los artistas italianos llegaba a través de Valencia.
Por ello, retratísticamente el estilo de las acuñaciones están aún lejos del Quattrocento italiano y eso lo apreciamos en los bustos de Enrique IV. De la misma manera veremos que los esquemas compositivos de su producción monetaria están muy apegados al Gótico.
Nos detenemos en esos aspectos del retrato ya que de su análisis podemos extraer algunas conclusiones.
Desde que se estudiaron los restos de Enrique IV por el doctor Gregorio Marañón no hay duda sobre el aspecto físicos del rey. Era de complexión fuerte, alto de estatura para su tiempo (medía más de 1’80m), tenía un defecto en un pie y en general su presencia física debía ser bastante imponente aunque las crónicas lo describen como alguien tímido y reservado. En su rostro se aprecia a simple vista unas facciones rudas y un potente mentón. En las crónicas de su tiempo se describe su aspecto.
Según el cronista de la corte Diego Enríquez del Castillo “aspecto feroz, casi a semejanza de león, cuyo acatamiento ponía temor a los que miraba. Las narices romas y muy llanas, no que así naciera más porque en su niñez recibió lesión en ellas“.
Este rasgo también fue descrito en la crónica más severa de Alonso de Palencia: “la nariz deforme, aplastada, rota en su mitad a consecuencia de una caída que sufrió en la niñez, le daba gran semejanza con el mono; ninguna gracia prestaban a la boca sus delgados labios; afeaban el rostro los anchos pómulos, y la barba, larga y saliente, hacia parecer cóncavo el perfil de la cara, cual si se hubiese arrancado algo de su centro”.
No cabe duda de que la lesión de la nariz era un rasgo definitorio de su rostro. Tanto es así que esa deformidad en el tabique nasal causado posiblemente por un traumatismo en la infancia, se aprecia aún claramente en sus restos (por mantener el respeto a la imagen del rey me remito al siguiente enlace donde se exponen las fotografías de los restos: Hoy.es)
También mencionan las crónicas sus manos frías y la más que conocida referencia a su impotencia. Con todos estos datos el doctor Marañón dictaminó que Enrique IV era “eunucoide con reacción acromegálica”, descrito en un detallado informe donde aúna datos médicos e históricos (1).
Para los que hayáis visto ya las imágenes del rey fallecido es evidente que nada tiene que ver su rostro con el que se representa en las monedas. Tanto las representaciones de frente como en las de perfil vemos un tipo de retrato estereotipado, sin rasgos personalizados ni diferenciadores, unos son más cercanos al esquematismo [a] y otros tienden a la idealización [b].
Sin embargo, sabiendo lo que sabemos ahora, nos llama poderosamente la atención la destacada nariz del real de busto de la Coruña, quizás fuera un intento exagerado de “embellecer” el retrato (algo habitual en los retratos no-naturalistas y que se sigue realizando).
A modo de cierre sólo queda decir, como ya explicamos al principio, que es una suerte poder evaluar esta colección monográfica de la acuñaciones de Enrique IV ya que todo el carácter de esa profusión sólo se puede apreciar en su conjunto, valorando las diferencias técnicas y estilísticas de cada ceca, como característica fundamental de las acuñaciones del reinado de Enrique IV. En sucesivos artículos iremos desgranando sus particularidades y emisiones más destacadas.
Bibliografía de consulta
-(1) Marañón, Gregorio: “Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla” (formato PDF), Edición digital a partir de Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 96 (1930), pp. 11-93. Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 201. [.online]
-Ortega Rico, P.: “La política monetaria de Enrique IV de Castilla en la antesala de la guerra civil: causas y consecuencias económicas y políticas (1454-1465)”, en Fisco y moneda: el uso del dinero en la economía de los reinos hispanos (siglos XIII-XVIII), EUC, 2020.
-Martínez-Burgos García, Palma: “Enrique IV, mecenazgo y utopía en el siglo XV castellano“. IX Congreso Español de Historia del Arte : el arte español en la transición. Parte I, 29 septiembre -2 de octubre, 1992, León.
-Ladero Quesada, M.A.: “La política monetaria en la Corona de Castilla (1369 – 1497)”, ELEM, UCM, 1988.
Ana, enhorabuena he leído este trabajo a traves del Club escudo.
Me ha gustado enhorabuena¡¡¡
Gracias María Teresa, un abrazo
Magistral.
Apasionante su lectura, se queda uno con ganas de más.
Gracias José Luis
Mil felicitaciones, un excelente resumen histórico de éste gran periodo monetario.
Gracias Gregorio