Muchos son los valores que concurren en la moneda de colección, y variadas son las circunstancias del interés sobre una pieza. Sin duda nos movemos en un grupo social relativamente reducido en el que sus miembros comparten objetivos y rivalidad.
El interés común desemboca en adquisición competitiva y en última instancia, en una valoración dimensionada en relación a esas circunstancias.
Dicho interés se reviste de conocimiento de la pieza, de su contexto y su identidad, justificando así el deseo de posesión de la moneda en la integridad de una colección.
Debido a estas circunstancias tan peculiares, no hablaremos por tanto de “sobrevaloración” sino del valor extrínseco que aporta el coleccionista con nombre propio, del coleccionista connaisseur. Nos estamos refiriendo al pedigrí.
A las características y valores intrínsecos de la propia pieza (su identidad, contexto histórico, características estéticas, estado de conservación y rareza), añadimos el valor extrínseco del pedigrí. La historia de la trazabilidad es reconocida como garantía de autentificación en razón de sus poseedores, ya que dicho linaje nos habla de coleccionistas, que por conocimientos y por trayectoria, son altamente considerados y sus colecciones, estimadas.
Ese valor de distinción añadido que aporta la pertenencia a una de estas colecciones confiere otro valor histórico más, paralelo casi al valor puramente contextual, patrimonial y tutelar, cuyos nombres propios construyen la Historia del Coleccionismo Numismático. Por lo general son colecciones que destacan por la personalidad de su dueño, y es por ese motivo por el que en ellas priman unas características por encima de otras, ya sea la rareza, las conservaciones, o los valores artísticos (por mencionar algunos).
Y en ese pedigrí incluimos, no sólo la relación de anteriores propietarios sino también la presencia de la pieza en publicaciones científicas y catálogos: la marcación de “mismo ejemplar” confiere un valor añadido que podríamos denominar “pedigrí científico”. Es esta una particularidad cada vez más estimada por el coleccionista, que pone especial atención en aquellas piezas que han sido objeto directo de análisis en alguna investigación científica ya sea por sus rasgos de unicidad o por ser en sí misma un compendio representativo de una tipología.
La moneda pasa a tener nombre y apellidos. La colección a la que pertenece genera una “descendencia” digna de libro de familia. Y su integración en bibliografía científica avala su importancia. Nombramos así estas monedas de colección y “pedigrí científico” con un árbol genealógico propio cuyos apellidos (Gonzalo Cores, Antonio Orol, Vidal Qadras o Carles Tolrá por añadir algunos ejemplos) e inclusión catalográfica, confieren a dichas piezas unas garantías de autenticidad y valores extrínsecos indiscutibles, infalibles y deseables.
Para terminar el conjunto de valores extrínsecos que ponderan la cotización de una moneda tenemos que mencionar el valor ineludible que añade el nombre de una casa de subastas de reconocido prestigio. El buen hacer, la seriedad y los conocimientos de los profesionales que están detrás de las catalogaciones y gestiones en las subastas añaden sin duda valor de autoridad que imprime confianza en el delicado proceso de adquisición de dichas monedas.
Teniendo en cuenta todas estas consideraciones avanzamos que la próxima temporada tras el verano vendrá repleta de grandes subastas que cumplirán con creces las expectativas del coleccionista.
¡¡ Buen verano !!