Una vez más la firma Áureo&Calicó nos sorprende con una subasta de grandes calidades y rarezas, como todas las anteriores de “Isabel de Trastámara”. Tras un vistazo general al Volumen II de la colección Medieval (amplísimo por cierto), apreciamos la particularidad que afecta al desarrollo evolutivo del Arte de la Numismática catalana y aragonesa. Nos referimos a la transformación hacia las innovaciones que ya nos trasladan a las formas del Renacimiento. Subrayamos esta idea porque es algo que ocurre con especial trascendencia en el campo de la Numismática en ese ámbito geográfico y que se desarrolla de una forma absolutamente diferente en el resto de manifestaciones artísticas. Es cierto que el progreso del comercio, los contactos internacionales y la expansión geográfica de la Corona de Aragón favorecen y propician la creación de unos canales de intercambios que determinan las influencias estilísticas que culminan en una época de gran esplendor en la arquitectura, escultura y pintura de la Edad Media. No obstante esas innovaciones fueron mucho más patentes en los diseños de la moneda como vemos en el contenido de esta subasta.
Tanto es así que mientras que en el resto de España las innovaciones del Renacimiento llegan tarde y con lentitud, perviviendo las formas góticas hasta finales del XVI, en la moneda acuñada por Aragón y Cataluña las nuevas formas del Humanismo italiano irrumpen con todo su esplendor.
Y esto es lo que vemos en este mundo de imágenes que nos ofrece el catálogo de la “Isabel de Trastámara Medieval vol. II”: un ascenso hacia las transformaciones formales de la Edad Media que primero aparecen en el rápido desarrollo del Gótico Internacional e inmediatamente después de su cénit se adentran en el Renacimiento. Lo podéis apreciar en el siguiente vídeo.
El motivo de este proceso que hemos visto está íntimamente ligado a las políticas aperturistas de los condados catalanes y de la Corona de Aragón. Tras el declive del imperio carolingio estos condados adquirieron la prerrogativa de la acuñación de moneda alejándose paulatinamente de los modelos de emisión carolingios. La segunda gran inflexión, el Gótico, entra por los canales de las influencias comerciales y expansionistas hacia la Occitania francesa y particularmente por la política naval de Jaime I hacia el Mediterráneo. En este periodo el numerario evoluciona estilísticamente con gran rapidez: por una parte con la adhesión de Cerdeña (sus minas de plata eran un objetivo con valor intrínseco), por otra parte con las incorporaciones a la Corona de los reinos de Sicilia y Nápoles, que traen consigo el Humanismo directamente de su cuna, de la mano de los mejores artistas grabadores de las cecas itálicas, e incluso europeas. Un broche sublime para este segundo volumen medieval.
El 17 de febrero de 2022, se celebrará en Barcelona, en Áureo&Calicó, la segunda subasta de la serie de Moneda Medieval, reunida bajo el nombre de “Isabel de Trastámara”. En esta ocasión, tendremos la posibilidad de ver y de disfrutar de verdaderas maravillas monetarias correspondientes a los diferentes espacios geopolíticos medievales de la mitad este peninsular, cada uno de los cuales se verán representados en su singularidad e idiosincrasia propia por piezas de muy alta calidad y, en muchos casos, de una rareza inusitada.
Las primeras acuñaciones que se muestran son piezas influenciadas por la vinculación carolingia que mantuvieron los emergentes condados catalanes con las acuñaciones francas y germánicas de los descendientes de Carlomagno -Luis el Piadoso y Carlos el Calvo, como ejemplos válidos-. Estas amonedaciones iniciales solían ser labradas por obispos como Frodoi y Teodorico para Barcelona, o por condes incipientes como Sunyer o Borrell para Ausona o Gerona, emulando en términos generales el patrón franco, en cuanto a pureza de la plata y diseños monogramáticos como sus homónimas carolingias, si bien disentían un tanto con ellas en el tamaño y el peso -es decir, paramétrica y metrología- ya que solía ser menor de la mitad de aquellas.
Sería Ramón Berenguer I (1035-1076), uno de los primeros y más admirables grandes condes de Barcelona y de otras demarcaciones pirenaicas que jamás existió, quien innovó en la numismática de la época, con la acuñación de unas piezas áureas que imitaban a los dinares de Yahia al Mutalí de Ceuta, a los que se denominó “mancús” o “mancuso” (Véase Lote 16), que serían los que marcasen la pauta de las que de facto fueron las primeras labras barcelonesas con estilo propio (los diners cruzados de Ramón Berenguer III y Ramón Berenguer IV), sin por ello alejarse en demasía de las tipologías occitanas que se estaban labrando allende los Pirineos y en el resto de marcas catalanas u septimánicas (Ampurias, Besalú, Roselló, Urgell, Besiers, Rodes, Narbona, Montpellier, Tolosa, Bearn, Provenca, Forcalquer, y Embrún), todas ellas representadas en esta subasta con soberbios ejemplares.
Tras el acuerdo matrimonial establecido entre Ramiro II el Monje (1134-1157), y el incorruptible conde Ramón Berenguer IV (1157-1162) -un verdadero caballero medieval en el más amplio sentido de la palabra-, para casarse con la hija del primero, doña Petronila (1157-1164), con la intención de unificar en la persona de su futuro hijo los territorios que ambos poseían, ascendió al trono su primer hijo varón, Alfonso el Casto (que reinaría como II de Aragón y como I conde de Barcelona y Provenza entre 1164 y 1196), continuándose esta nueva dinastía, con su nieto Pedro el Católico (igualmente II de Aragón y I de Barcelona entre 1196 y 1213), hasta la recepción de tal legado territorial en la persona de su primogénito Jaime I. No hace falta decir, que estos reinados mencionando están profusa y magníficamente abastecidos en la citada subasta barcelonesa.
Jaime I, apodado el Conquistador (1213-1276), fue al Mediterráneo lo que Fernando III y Alfonso X juntos fueron a Castilla. Por un lado, su afán “conquistador” (valga la redundancia) fue igual de obstinado, osado y hasta depredador, que el de Fernando. Mientras que, por otro lado, fue el encargado de producir una verdadera revolución en las acuñaciones en cada uno de los reinos o condados que dirigió -como lo realizó en el oeste peninsular, Alfonso X-, y que, al igual que Fernando III, los trató a todos en igualdad absoluta de importancia, sin priorizar ni poner a ninguno de ellos sobre el otro. Así, labró bonitos diners en Barcelona, Valencia y Zaragoza y Provenza, más algunos rarísimos y excepcionalmente espléndidos y muy artísticos Gros acuñados en plata en la ceca de “Montis Pesulani-Montpellier” en 1272, en los que cada una de las extremidades de una cruz central quedaban coronadas (Véase Lote 97), dejando para el reverso el escudo heráldico de aquella circunscripción franca, en la que gobernó en calidad de “Dominvs-Señor”.
Su sucesor, Pedro II el Grande (1276-1285), también hace alarde de este apelativo en esta subasta, en la que se incluye un Agostar impresionante de este soberano y varios bonitos “Pirrales-Pierrales” sicilianos, que hacen perfecto pórtico a una secuencia de, acaso, la más bonita tipología barcelonesa jamás labrada: los Croats con busto de rey coronado a izquierda y con lema “Barcinona Civitas” en reverso, de Alfonso II el Liberal (1285-1291), Jaime II el Justo (1291-1327), y Alfonso III el Benigno (1327-1336); amén por supuesto del resto de piezas de entidades más corrientes y básicas que todos ellos labraron, como dineros jaqueses, diners, Óbols, Alfonsís y pirrales.
Pedro III, el Ceremonioso (1336-1387), sería el siguiente hito a tener en cuenta en el numerario del levante español, que innovó con la inclusión de una novedosa tipología áurea que, copiada desde Italia, terminarían amonedando el resto de los soberanos de esta zona geográfica hispánica. Se trataría del florín, pieza de mediano tamaño que representaba de un lado la imagen beatífica de San Juan Bautista, y del otro una especie de cáliz alusivo a la flor de los Medici florentinos y, bíblicamente hablando, al Árbol de la Sabiduría. Montones serán los florines que se labraron allí en estos estados, si bien, lo más curioso del caso es que en principio se llamaron “florines de Aragón”, pero paradójicamente sería en este reino en el que menos florines y medios florines -su divisor- se labrarían. Ni qué decir tiene, que en la subasta Isabel de Trastámara esta tipología está perfectamente representada para todos estos reyes que, con profusión de marcas de ceca y de maestres, amonedaron ejemplares tan excepcionales como los valencianos de Alfonso IV, el Magnánimo (1416-1458) y Fernando II (1479-1516), presentados en este elenco monetario aludido (Véanse como ejemplo Lotes 361 y 521).
De este mismo monarca, Pedro III, también cabría mencionar la impresionante serie de “Rals i MigRals d´Or-Reales y Medios Reales de Oro”, que iniciaron las labras de las Islas Baleares, con su principal centro acuñador ubicado en su capital, Mallorca –“Maioricarvm Rex-Rey de Mallorca-, que seguramente fue la ceca que realizó las más bonitas acuñaciones medievales jamás vistas, entre las que además hay que citar los “Doblers”, los “Diners” y las diminutas “Maias”, piezas de vellón rico todas ellas de una calidad y estilo artístico sobresaliente. Estas mismas tipologías insulares serían posteriormente continuadas por Jaime II el Prudente (1276-1311), Sancho I el Pacífico (1311-1324), y Jaime III, el Temerario (1324-1343).
Basándose en algunos raros ejemplares labrados en Cerdeña por su predecesor, sería Juan I el Cazador (1387-1396), quien incorporaría a los ya mencionados florines, croats, diners, rals, etcétera, una peculiar tipología de vellón muy rico producida en Perpiñán, a la que se llamó “Coronat”, que también tendrían bastante aceptación durante bastantes reinados sucesivos, llegando acaso a hasta Fernando I, si bien su emisión no terminó siendo demasiado beneficiosa para los comerciantes que le habían arrendado a dicho soberano aquella ceca francesa tan particular.
Martín I, el Humano (1396-1410), el rey que “dobló” los siglos XIV al XV durante su monarquía, no se caracterizó por fabricar ninguna amonedación a la que pudiéramos considerar propiamente suya, a excepción de unos vistosos y llamativos “rals valència-reales valencianos” de plata -, con el escudo de esta ciudad en losange -si bien, y siendo estrictos tampoco sería correcto decir que fueran suyos pues quien primero ordenó su labra, fue su padre y anterior rey-. Sin embargo, fue uno de los soberanos que más nivel de detalle, calidad, y belleza exigió a los maestros de ceca que labraron para él, sobre todo florines y sus mitades -mig florí-, preciosos croats de una factura excepcional, rals mallorquines, y pirrales sicilianos -que serían continuados por Federico III (1296-1337), Luis I (1342-1355), Federico IV (1355-1377) y Martín el Joven (1402-1409)-.
La subasta continúa con una nueva andanada de piezas que podríamos calificar casi de monumentales. Primero le toca el turno al ya citado con anterioridad Fernando I (1412-1416), primer rey perteneciente a la dinastía castellana bastarda de los condes de Trastámara, apodado el de Antequera gracias a la importante conquista que hizo de esta plaza malagueña el 16 de septiembre de 1410, en la campaña granadina. De nuevo se nos muestra una profusión de piezas muy vistosas y con unas conservaciones fuera de lo normal, entre las que destacan sus florines, croats y reales barceloneses y valencianos. A quien le sigue por elemental línea sucesoria el celebérrimo Alfonso IV el Magnánimo (1416-1458) que a lo largo de su extenso y fructífero reinado acuñó abundancia de florines (Véase Lote 361, más arriba) con sus divisores, croats y sus mitades, rarísimos terç o tercios de croats (Véase Lote 366), reales y medios reales mallorquines y valencianos, excepcionales “alfonsís d´Or” napolitanos con la imagen ecuestre del rey guarnecido (Véase Lote 412), rarísimos timbres valencianos de oro con celada surmontada de un precioso dragante (Véase Lote 396), y por supuesto todo tipo y variedades de dineros, carlinos de Nápoles, y otros tipos monetarios menores.
Tras el fallecimiento de Alfonso IV, es bien conocido el periodo de inestabilidad que se produjo en la gobernación de la villa y corte de Barcelona y de su entorno geográfico periférico. Fueron los años en los que sucesivamente se irían instaurando en tales cargos de la ciudad condal, personalidades diversas que en realidad no tenían un vínculo muy estrecho ni directo con la gestión política de estos territorios geoestratégicos, como pudieron ser los casos de Enrique IV el Impotente (1462-1464), Pere el Condestable de Portugal (1464-1466), y Reiner de Anjou (1466-1472), que dejaron espectaculares amonedaciones como florines y medios florines de oro, croats barceloneses de plata (Véase Lote 420), terç de croats, pacífics o pacíficos de oro y quarterolas del mismo metal precioso (Véanse Lotes 422 y 423).
Juan II (1458-1479), que paradójicamente pasó a la historia como el Grande, a la par que como el “Sen Fe-Sin Fe”, sería el último gran monarca que tuvo en sus manos todo este extenso territorio del oriente hispano, de importancia vital para el mantenimiento económico de la península en general y para el establecimiento de vías comerciales con la Europa económica del siglo XV. Muchos años fueron los tipos que amonedó el rey don Juan, y muchas las piezas que dejó a su nombre: florines valencianos y mallorquines, terçs de croats estampados en Balaguer y en Lérida, diners de Perpiñán y rocabertís de Gerona, rals o reales y medios reales valencianos, pirrales y diners sicilianos. Pero las verdaderamente destacables sobre todas ellas, fueron los ral d´Or o reales sicilianos de oro con su efigie entronizada y el águila heráldica arquetípica del emblema de dicha isla mediterránea (Véase Lote 444); y unos indescriptibles “ducats” o ducados zaragozanos en los que se efigió su majestad de frente con la “virgam virtutem-vara de la virtud” a izquierda en el anverso (Véase Lote 450), y por detrás, en su reverso, el escudo de armas aragonesas y catalanas.
La subasta continúa con una buena cantidad de piezas labradas en Nápoles por diferentes soberanos que lo fueron de dicha importante y estratégica localidad marítima por cuanto tenía de puerto de enlace con las tres principales islas del mar Tirreno: Córcega, Cerdeña y Sicilia. Si bien, son específicamente napolitanas, no deben dejar de destacarse porque la calidad de las mismas, amén de su estilo y estética propia hacen de ellas una piezas coleccionables y muy codiciadas por cualquier amante del numerario medieval mediterráneo de origen aragonés o catalán. Así podrán verse acuñaciones difícilmente conseguibles como piezas áureas, argénteas o de vellón rico de Fernando I de Nápoles (1458-1494), Alfonso II de Nápoles (1494-1495) o Federico III de Nápoles (1496-1501), como podrían ser múltiples ducats (ducados) (Véase Lote 453), coronats (coronados), aquilas (águilas), carlís (carlinos) (Véase Lote 480), mig carlís (medios carlinos), o cavalls (caballos).
Volviendo a la Península, a la muerte de Juan II, todo su legado recayó en la persona de su hijo, Fernando II (1479-1516), que sería a la postre quien puso las bases para que su “potestas regi-potestad real”, unidos a los designios castellano – leoneses, se uniese a los nuevos aires renacentistas que ya habían empezado a imponerse en el numerario europeo del entorno mediterráneo, siguiendo los ya muy adelantados pasos en estos años, de la que, sin duda alguna fue la pionera de la transición de la Edad Media al Renacimiento: Italia.
Muchos fueron los dominios sobre los que rigió don Fernando, y muchas más aún las monedas que a su nombre labró. No nos equivocaríamos demasiado si dijésemos que si confeccionásemos un sumatorio de todas las tipologías de monedas que ordenó acuñar en todas las demarcaciones en las que fue reconocido como soberano o máximo gobernante, sobrepasarían con holgura el centenar.
Se hace prácticamente imposible elegir alguna pieza que destacar sobre las demás, porque en general todas son de un altísimo nivel de rareza, pero puestos a elegir entre las más de ochenta soberbias monedas que se subastarán en Áureo & Calicó cabría destacar el Principat de Perpiñán (Véase Lote 487), que presenta un busto coronado de especial relieve artístico, matizado en el reverso por un escudo en el que aparecen amontonadas las armas de multitud de espacios geopolíticos que reconocían a Fernando como soberano. Así como un rarísimo ducat mallorquín con variante en la posición de los leones del reverso que se muestran rampantes a derecha, en el que de no ser por su diáfana divisa “+ Ferdinandvs Rex Aragonvm”, todo en él nos estaría denotando su clara influencia y procedencia italiana, hasta el punto de que su busto, adornado de corona -más que coronado- a modo de condottieri, podría confundirse sin mayor problema con la imagen de cualquier dirigente o regidor de la familia florentina de los Médici o de la milanesa de los Borgia.
Similares palabras podrían aplicarse al rarísimo florín valenciano al que ya aludimos anteriormente (Véase Lote 521), con marcas de ceca de Escudo y Corona, típicas de este taller levantino, así como las de su maestro de ceca Alfonso Sánchez -apodado Sanchis-, que eligió identificarse a través de dos escudos con sendos leones sin coronar rampantes a izquierda.
No es posible dejar sin comentario otra descomunal pieza -cuyo peso alcanza los 7 gramos de oro- que estará presente en la citada subasta: un “Doble ducat-Doble ducado” valenciano de Fernando II. Honestamente debemos decir, que nos faltan palabras para describir tal maravilla. En esta ocasión, tras haberse mostrado afrontado junto Isabel durante bastantes años de su matrimonio, el monarca retorna al efecto de efigiarse sólo y coronado como lo hizo al comienzo de su reinado en los llamados “ducados de proclamación”. Es decir, se trata sin duda de una emisión post mortem de su esposa y compañera, Isabel. En esta labra levantina, el retrato del soberano muestra ya un rostro bastante realista que acerca mucho al modo renacentista que estaba muy próximo a entrar en la península ibérica, en la que aún predominaban estereotipos medievales de marcado cariz gótico. Del otro lado, se graban un precioso escudo valenciano en losange profusamente decorado, que se ve sobrepasado de una corona superior de muy bello estilo y trazado preciso.
También, nos gustaría mencionar una tipología “normal” fernandina ya citada con anterioridad, que no es otra que un “Ducat-Ducado” más, pero en este caso zaragozano, en la que el soberano, esta vez sí potentemente coronado, se auto titula orgulloso “+ Fernandvs Dei Gracia Rex Aragonum / Triunfator et Catolicvs-Fernando, por la Gracia de Dios Rey de Aragón, Triunfador y Católico”, a la par que muestra en su reverso, un escudo de grandes dimensiones barrado con las armas aragonesas y catalanas, debajo de una amplia corona florida y ricamente ornamentada, todo lo cual se ve orlado de las letras “L” y “S”, y de dos estrellas o soles con rayos de puntas.
Y, por último, no queremos finalizar nuestros comentarios a esta, realmente brutal y casi salvaje subasta a tenor de la gran cantidad y rareza extrema de las piezas compiladas -más de 600-, sin hacer una mención especial a una pieza áurea de inusual singularidad. Se trata de una “doppia hapsida tripolitana” áurea, acuñada lógicamente en Trípoli, pero contramarcada en la isla de Sicilia con un águila de alas extendidas superada de la letra “F”, abreviatura obvia de “Fernandvs”. Se trata de un escasísimo ejemplar -casi podríamos decir, superviviente- de una dobla norteafricana que circulaba en esta ínsula mediterránea de la actual Italia, antes de que fuese señaladas y legalizadas para su utilización entre 1489 y 1490, gracias a la estampación sobre una de sus caras de un resello marcador del águila siciliana que se sometía simbólicamente expresado al servicio de su poder fáctico expresado bajo la sigla de la consonante “F” fernandina. Estas monedas africanas fabricadas en oro, tuvieron una muy corta vida -fueron mínimos los ejemplares conservados-, pues una vez que se iniciaron las acuñaciones áureas de Fernando II en Sicilia, la inmensa mayoría de ellas fueron refundidas para servir de material básico a las nuevas piezas áureas que el rey aragonés acuñaría allí, reduciéndose su existencia a números ínfimos. Tanto es así, que actualmente tan solo se conocen cinco ejemplares conservados (Véase Lote 541), número que no hace falta decir, es directamente proporcional a su nivel de singularidad.
Poco más nos resta decir sobre la espectacularidad y monumentalidad de esta subasta. En los últimos años hemos de reconocer que esta misma casa de subastas (Áureo&Calicó) ha puesto al alcance de coleccionistas y estudiosos magníficas amonedaciones medievales con soberbias piezas catalanas, aragonesas y de los territorios mediterráneos sujetos a la soberanía de estos gobernadores tan respetados como temidos. Ejemplos de altísimo nivel fueron las ya famosas y casi míticas colecciones Ramón Llull, Crusafont, Egara, Muntaner -e incluso, aunque vista desde otra perspectiva, la inigualable Caballero de las Yndias-, pero lo cierto es que, a fuerza de ser sinceros, esta subasta Isabel de Trastámara medieval, vol. II, enmudece a todas ellas, y sin duda está llamada a convertirse en el referente y paradigma futuro en lo tocante a este tipo de amonedaciones. Compendiar mayor grandeza en piezas de superior importancia, envergadura y prestigio, va a ser, simplemente, imposible.