Numismática y coleccionismo han ido de la mano desde el origen de la moneda. Grandes nombres de la cultura y del poder fueron reconocidos coleccionistas e investigadores. Uno de ellos, Carlos III de Navarra empezó su afición a la numismática muy joven e incluso le transmitió el gusto por la moneda a su nieto Carlos IV, el primer Príncipe de Viana. Puede que no sea casualidad que la moneda medieval navarra sea una moneda compleja, de gran personalidad y de un nivel artístico muy particular. Y consecuentemente no sería fortuito que la numismática navarra sea muy apreciada por el coleccionismo.
Afortunadamente el coleccionismo está de enhorabuena porque la casa de subastas Tauler & Fau celebrará el próximo 24 de junio una subasta monográfica de moneda medieval navarra excepcional que ofrece un conjunto completo (son 401 lotes), con grandes rarezas y buenas conservaciones. La compilación abarca la historia de las emisiones del Reino de Navarra desde sus comienzos en la Edad Media hasta el siglo XVI.
Y como no podía ser de otro modo, el catálogo de la colección que ha elaborado la casa Tauler & Fau hace honor a su nombre, “Colección Príncipe de Viana”, rindiendo así homenaje y un reconocimiento especial a quien apreció la moneda desde un aspecto que va mucho más allá de su valor como dinero.
La moneda medieval navarra
Vamos a realizar un recorrido histórico y numismático para conocer este interesante periodo de la moneda a través de esta colección ya que nos da pie a ver ejemplares excepcionales y muy representativos de su evolución.
En los albores de la numismática medieval cristiana los diseños compositivos tenían como referente la moneda francesa. Iconográficamente tanto la moneda navarra como la aragonesa fueron muy distintas, pero sus monederos eran de origen franco. Dichas emisiones siguieron la metrología carolingia acuñando dos tipos monetarios: el dinero y la meaja (denominada en la Marca hispánica y en los territorios transpirenaicos como óbolo).
Sancho V Ramírez de Navarra acuñó dos modelos, el más habitual es el presente, para el que se conocen multitud de variantes de todo tipo. Tan abundante fue, que por extensión terminó siendo denominado “moneda jaquesa”, en alusión al taller monetario que, según un documento de mayo de 1106, estaba situado enfrente de la Catedral. En ese documento se nombraba como maestro abridor de cuños a un tal Calbet.
En términos generales la “moneda jaquesa” representa en anverso siempre el busto del rey don Sancho con leyenda “Sancivs Rex”, y en el reverso la imagen del árbol de la vida rematada de cruz. Esta imagen tan representativa durante varios siglos de los reinos de Navarra y Aragón aludía al Árbol de Sobrarbe o de Aínsa.
Las primeras representaciones del árbol de la vida en la moneda navarra destacan por su mayor complejidad y detalle, evolucionando paulatinamente en composiciones más esquemáticas y sencillas. Es interesante destacar que en torno al vástago central de la cruz es frecuente que aparezcan signos como estrellas, aros, crecientes o puntos, cuyo significado se desconoce.
La continuación dinástica tuvo su reflejo en el numerario navarroaragonés del hijo de Sacho V: Pedro el de Huesca. Este heredó ambos reinos y mantuvo unas buenas relaciones diplomáticas con el Papa Urbano II y su sucesor Pascual II.
Durante todo su reinado hizo gala de esa favorable situación política y religiosa, y así se expresa en esta moneda donde se intitula “Petrvs Sancii Rex” (Rey Pedro, [hijo] de Sancho). El rey Pedro permite acuñar su propia moneda a la segunda diócesis de su reino -después de la de Jaca-, tal y como lo graba en su reverso: “Monson-Monzón”-, en referencia a la actual concatedral de dicha localidad, que en la diplomática de la época era llamada como “ecclesie Sancta Marie de Monson” (aunque no ha aparecido tal documento sobre el privilegio de acuñación).
García IV el Restaurador sólo fue rey de Navarra, aunque sabemos de sus pretensiones hacia el trono de Aragón. En sus rarísimas emisiones continuó las pautas marcadas por sus predecesores en el trono. En este rarísimo dinero observamos esa continuidad compositiva e iconográfica.
Entre 1351 y 1360, Carlos II el Malo imitó monedas previas, manteniendo los esquemas compositivos, pero con alusión en la leyenda al rey de Navarra. En algunas monedas emitidas en Normandía, no se mencionaba su soberanía sobre el condado de Evreux, nombrándosele tan sólo como rey de Navarra “dei gratia navarrorvm rex”. Posteriormente, tras perder sus posesiones en Francia, las monedas acuñadas en Navarra mostrarán ya su doble intitulación como rey de Navarra y como conde de Evreux. Esta modificación pudo haberse producido tras intentar recuperar sus posesiones francas en 1378.
Sabemos que acuñó dos emisiones del escudo de oro entre 1351 y 1355 y poco después acuñó el “real de oro”, en las que se imitaba emisiones francesas. No conocemos el lugar de acuñación de estas piezas, aunque teniendo en cuenta que en esa época la ceca de Saint Palais pertenecía al territorio histórico de Navarra, podríamos apuntar a esa hipótesis.
Según Ibáñez Artica, Carlos III el Noble tan sólo acuñó gruesos y medios gruesos de plata entre 1387 y 1390, llamados “reales” y “medios reales” en las fuentes coetáneas. Dichas acuñaciones fueron realizadas por el monedero Pelegrín de Serre, el mismo que fabricaría moneda para Juan de Lancaster en sus intentos por autoproclamarse rey de Castilla y de León.
Estos gruesos y medios gruesos, denominados en el argot numismático como “de escudo”, se diferencian iconográficamente por incluir unas coronas en el cuartelado de la cruz, que en los medios gruesos no aparecen; en los “gros” además se menciona en la leyenda el título de Carlos como “comes ebroiscensis”(conde de Evreux), mientras que, en los medios gruesos por falta de espacio, tan sólo lo nombran como “Karolvs Dei Gra[tia]/Navarre Rex”.
La emisión de los gros o gruesos (también denominados “blancas” por su alto contenido en plata) de Juan y Blanca se regularon por la ley primera de la ordenanza del 10 de mayo de 1428. Estos deberían tener una ley de 5 dineros y 12 granos, con una talla de 6 sueldos y 8 dineros -lo que equivalía a un porcentaje cercano al 46% de material argénteo-, y un peso de unos 3,05 a 3,9 gr. Su valor liberatorio se estableció en 2 sueldos, o lo que es lo mismo, 24 dineros. Se estima que su tirada pudo rondar las 500.000 piezas, pero muy pocas de ellas se han conservado hasta nuestros días.
Compositivamente son unas monedas de fuerte componente francés, con una gran corona en anverso rodeada de leyenda y una pequeña cruz en el reverso rodeada de flores de lis. Dicha elección iconográfica refuerza el origen cristiano y franco de los reyes rodeado de la leyenda “Bendito sea el nombre del Señor” que se usó reiteradamente en la corona de Navarra como lema de la dinastía y que proviene de la Biblia (Job 1,21).
Tras la muerte sin descendencia en 1458, del rey de Aragón Alfonso V el Magnánimo, tomó las riendas del reino su hermano Juan. Este soberano labró en oro, aunque sus monedas más frecuentes fueron los gruesos, los medios gruesos -ambos de vellón rico- y los cornados y medios cornados.
De los gruesos y su divisor (el medio grueso, que es mucho más escaso) produjo al menos dos series, de las cuales, la segunda, tuvo muchas variantes. Para su diseño se eligió un escudo coronado cuartelado con las cadenas de Navarra y las tres flores de lis de la casa Evreux. En el reverso, la prototípica cruz patada, en cuyos cuadrantes podemos encontrar variadas ornamentaciones. En esta moneda, por ejemplo, se grabaron dos coronas contrapuestas, una letra “I” gótica en referencia a “Iohanes”, y una flor de lis como símbolo de los Evreux.
Carlos de Viana fue rey de Navarra, pese a la oposición de su padre, el rey Juan I, que le “permitió” reinar entre 1441 y 1451, hasta que en ese año le mostró su oposición hasta su fallecimiento en 1461. Durante estos años acuñó pequeñas cantidades de gruesos, medios gruesos, además de cornados.
Sobre el “gros”, según los documentos publicados por Mikel Zuza en su obra “Príncipe de Viana: el hombre que pudo reinar“, ahora sabemos que el nombre oficial de esta moneda en su época era el de “leal”. El nombre de “leales” y “medios leales” hacía alusión a los que le seguían a él, los leales, en contraposición a los que seguían a su padre, los traidores.
Los gruesos o leales (acostumbrémonos a llamar a estas piezas por su nombre, ya que lo conocemos) mostraban una gran letra K de “Karolvs” coronada flanqueada por triquetas y en el reverso una cruz de ocho puntas (desde el siglo XII fue la insignia de los caballeros hospitalarios de la Orden de San Juan de Jerusalén, o de Malta desde que Carlos I de España le dio en feudo dicha isla en el siglo XVI). Esta cruz, de gran contenido simbólico, representa las ocho beatitudes, bienaventuranzas o virtudes de un caballero: vivir en la verdad; tener fe; arrepentirse de los pecados; dar prueba de humildad; amar la justicia; ser misericordioso; ser sincero de todo corazón; soportar la persecución. A partir de 1462, las ocho puntas también representaron las ocho “lenguas” de los nobles de la orden hospitalaria de Francia, Baviera, Inglaterra, Italia y España (reinos de Aragón, con Cataluña y Navarra, y de Castilla con Portugal).
Tras la muerte de Francisco Febo, la heredera fue su hermana mayor, Catalina, que se casó en 1884 con el gascón Juan de Albret. En 1487 empezaron a acuñar moneda a nombre de ambos. El 21 de mayo de 1495, Juan de Albret y Catalina de Foix, ordenaron acuñar una nueva moneda de oro a la que denominaron “reales de oro” o “ducados”: “reales doro que la una parte haura la seinyal de la cruz e de la otra parte nuestras armas reales”.
En el anverso se representa el escudo de Navarra coronado flanqueado por las letras “I” y “K” de “Iohanes” y “Katherina”, coronadas. Tal como dicta su ordenanza, estos ducados se fabricaron con una fineza de 22 quilates, con una talla de 72 piezas en el marco y un peso medio teórico de 3,30 gramos.
Una de las tipologías de oro que acuñaron Juan y Catalina fue el cuarto de escudo o cuarto de real. Pero de esta pequeñísima moneda se acuñaron mínimas cantidades por su escaso peso y su mínimo valor para transacciones comerciales de alto precio (el oro amonedado de alto peso siempre era bien aceptado en cualquier operación mercantil europea, pero no así las piezas de oro pequeñas, razón por la que cualquier emisión de ellas se hacía en tiradas muy cortas).
Para estas piezas se mostraba normalmente en el anverso las iniciales de los dos monarcas –una vocal “I” de “Iohanes”, y la consonante “K” de “Katherina”-, coronadas y flanqueadas por sendas lises. Pero recientemente se localizó un único ejemplar -el presente- que eliminaba las lises y añadía debajo de ambas letras, un aro. En lo relativo al reverso, lo normal es encontrar una cruz patada con coronas y tres lises en los cuarteles, pero que en esta pieza única se representan aron en los cuatro cuarteles.
Compositivamente, los reales de plata de Juan y Catalina guardan un gran parecido con los gruesos producidos por Juan II.
Sin embargo, en este ejemplar único y desconocido hasta ahora, en los cuatro cuadrantes se representan coronas que, curiosamente, son diferentes dos a dos.
Además, se añaden en torno al escudo navarro las letras coronadas “I” y “K” de “Iohanes et Katherina”, tal y como aparecen en los reales de oro o ducados (pese a ser una pieza de plata). Esta última circunstancia redunda en la mención a los reyes. Teniendo en cuenta todo esto, la particular composición, casi híbrida, es inédita. Estamos por tanto ante una pieza de un interés numismático excepcional.
Fernando I de Navarra e Isabel, abandonaron el patrón islámico de la dobla. Asimismo, otra de las principales novedades que introdujeron en las emisiones de oro fue la inclusión de variados elementos heráldicos con respecto a las acuñaciones de los distintos reinos peninsulares. La tipología del ya existente “ducado” será emitida con mayor amplitud, principalmente en Sicilia y en Navarra, pero con diseños y tipologías diferentes a la moneda que les sirvió de canon: el ducado veneciano.
Posteriormente, una vez fallecida Isabel, Fernando ordena acuñar creación una nueva moneda con doble peso: el “doble ducado”. Debido a los escasísimos ejemplares conocidos pensamos que su acuñación debió de motivarse para ser usada en importantes transacciones comerciales.
En cuanto al diseño llama la atención el gran tamaño del busto representado cuya corona rompe la parte superior de la leyenda.
En el reverso se representa el escudo coronado de las cadenas, pero sin las flores de los Evreux que hasta ese momento habían compartido espacio en los cuarteles del blasón de Navarra.
Bibliografía de consulta
- AA.VV: La moneda en Navarra, Gobierno de Navarra, Caja Navarra, 2001.
- Gil Farrés, O.: Historia de la moneda española, Madrid, 1959.
- Ibáñez Artica; M.: Moneda Medieval Navarra. Manual de Numismática, Zaragoza, 2021.
- Ros Arrogante, R.: La moneda de Navarra, Tafalla, 2013.
- Zuza Viniegra, M.: Príncipe de Viana: el hombre que pudo reinar, Editorial Pamiela Argitaletxea, Navarra, 2018.